A pesar de que existen varias técnicas para la regeneración articular, todas tiene como principal objetivo el dar alivio a los episodios de dolor y mejorar la funcionalidad de la articulación.
Algunas de estas opciones son muy invasivas (cirugías de reemplazo articular), pero conforme avanzan las investigaciones en las ciencias de la salud, se han ido desarrollando técnicas nuevas que obtienen mejores resultados finales, con menos dolor, sin necesidad de internamiento y sin invadir agresivamente el cuerpo.
Actualmente la regeneración articular con Plasma Rico en Plaquetas (PRP) está dando los mejores resultados, no solo en la disminución de los síntomas, sino que también en la eliminación de reacciones adversas y rechazos, y en la valoración positiva de los pacientes, por ser una técnica menos agresiva.
Una vez que nuestra profesional te valore (historia clínica, exploración física y algunos otros elementos que ayuden al diagnóstico), se extraerá un poco de tu sangre y se colocará en una centrifugadora, que es una máquina que separa la sangre en sus componentes. Las plaquetas se separan de las otras células sanguíneas y se concentran en el plasma unas 5 a 10 veces más de lo normal (por lo que aumenta la cantidad de factores de crecimiento). Una vez preparado el PRP, se procederá a infiltrar, mediante unas agujas muy finas, la articulación dañada.
Este infiltrado de plasma rico en plaquetas aprovecha los factores de crecimiento (proteínas contenidas en las plaquetas) para estimular tu cuerpo a usar sus propios procesos de curación, reemplazando las células dañadas por otras nuevas de manera más rápida de lo que tu cuerpo podría lograr por sí solo. Además de estimular la generación de nuevos vasos sanguíneos en la zona en que se coloque, haciendo llegar más nutrientes y contribuyendo al aumento de células y de fibras, como el colágeno y la elastina, que son claves para la recuperación articular.
Dependiendo del caso, podrían requerirse entre 4 y 5 sesiones para lograr los resultados esperados, siendo recomendable un lapso mínimo de 7 días entre una y otra; y la mejoría de la lesión es inmediata, pero los síntomas de disminución del dolor suelen comenzar a partir de la segunda o tercera semana, dependiendo del grado y localización de la lesión.