La ansiedad es una emoción normal y, generalmente, transitoria que surge como señal frente a situaciones de estrés y cambio, a veces amenazantes, y que orientan al individuo a buscar un nuevo nivel de adaptación. Se manifiesta con síntomas psicológicos como nerviosismo, malestar, intranquilidad y expectación, además de señales físicas como taquicardia, sudoración, inquietud y opresión torácica, entre otras.
La ansiedad es una emoción, en cierto sentido muy parecida al miedo, que comparte además una serie de características con otra, el enojo. Cuando decimos, por ejemplo, “estoy nervioso”, estamos manifestando un estado emocional de ansiedad.
Los estados emocionales surgen en un momento o situación determinada y tienen una duración relativamente corta. Estamos, por ejemplo, nerviosos cuando tenemos prisa y no llegamos a una cita y volvemos a estar más tranquilos cuando ya hemos llegado.
Podemos entonces definir la ansiedad como una reacción emocional que surge ante una amenaza como lo son las situaciones de alarma, ambiguas o de resultado incierto, y nos prepara para actuar ante ellas. Esta reacción la vivimos generalmente como una experiencia desagradable cuando nos ponemos en alerta ante la posibilidad de que ocurra algo negativo. Cuando nos anticipamos y pensamos en este posible resultado, es cuando empezamos a alterarnos, a activarnos y a ponernos nerviosos. Así pues, podríamos decir que la ansiedad es una reacción adaptativa y ayuda a la persona a movilizarse en pro de sus metas, a menos que por su intensidad y duración, interfiera en su desempeño normal, en cuyo caso se considera “patológica”.
Por ejemplo, hay ocasiones en las que de repente nos activamos sin saber por qué y nos asustamos ante nuestras propias reacciones, reacciones naturales que en absoluto son peligrosas para nuestra salud.
Estos son algunos ejemplos que quizá podemos identificar:
- Podemos experimentar ansiedad cuando nos preocupa que otros se den cuenta de nuestro estado de nerviosismo.
- Porque nos preocupan las cosas que pensamos o sentimos cuando estamos nerviosos.
- Porque tenemos miedo de perder el control.
- Porque le damos una importancia exagerada a algunas respuestas fisiológicas como taquicardias, dificultades respiratorias, sudoración etc., lo cual dispara la ansiedad.
La mayoría de los casos no requiere manejo, pero cuando la respuesta es desproporcionada al estímulo y se prolonga excesivamente en el tiempo, estamos frente a un trastorno de ansiedad, en el que es necesario considerar una intervención terapéutica para su manejo, en la que podrían combinarse fármacos con la terapia de Psicología.